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Terapia Celular, parte 8

CAPITULO IV

APENDICITIS

FISIOLOGIA DEL APENDICE

        El microscopio descubre una interesantisima estructura del apéndice en la que observamos unos folículos de índole especial, semejante a la de los ganglios linfáticos y amígdala. Si recordamos que los ganglios y la amígdala son abundantísimos en unos elementos cuyo papel es muy importante en la lucha contra los microbios y la infección, nos sentiremos inmediatamente impulsados a vincular al apéndice con un mecanismo defensivo contra la infección intestinal.

        Por tales hechos se ha llamado al apéndice "la amígdala intestinal." Su función protectora es análoga a las amígdalas que guardan la laringe de los microbios que en ésta pululan. El apéndice constituye algo así como un reducto capaz de alojar a un poderoso ejército de leucocitos que combaten contra poderosos gérmenes que pueden hallarse en el intestino. Cuando la victoria corresponde a los leucocitos, no hay signo que revele la trascendencia de esta victoria; pero cuando no es así, aparece el cuadro que se denomina apendicitis.

        Otra función interesante del apéndice ha sido puesta en evidencia por un investigador italiano: Soli. Según este autor el apéndice desempeña un papel excretor similar al de los riñones, al del intestino, al de la saliva o al de la piel; sabido es que los órganos mencionados se encargan entre otros cometidos, de eliminar substancias extrañas o nocivas al organismo, así como microbios peligrosos. Soli incluye al apéndice entre los órganos de esta categoría.

        Se funda para afirmarlo, en que si se inyecta a un conejo en las venas, cultivos de ciertos bacilos, éstos aparecen en el apéndice, antes que en cualesquiera de los otros órganos de eliminación: riñones, vesícula biliar, etc. Demuéstrase así el papel importantísimo que desempeña el apéndice en la expulsión de los gérmenes. Además, cuando los otros órganos no contienen más microbios, el apéndice prosigue eliminándolos. Esto parece indicar que el apéndice es, precisamente, el más importante de todos los órganos eliminadores por la precocidad con que lo hace, por la intensidad de su trabajo y por la persistencia del mismo.

        De todo surge una evidencia: la de la injusticia que hemos cometido con el apéndice. Aun su nombre revela el menosprecio con que se le considera.

        Tiene funciones de glándula de secreción interna, es decir, que su secreción en lugar de ser dentro de su luz, entra al torrente sanguíneo, lo mismo que pasa con las otras glándulas de secreción interna, y, seguramente, debe funcionar al unísono con ellas. Los exámenes histológicos de los investigadores que han hecho observaciones del apéndice han encontrado elementos muy semejantes a los de dichas glándulas. También han inyectado extracto de apéndice, con lo que se ve en los animales en observación que los intestinos se contraen muy enérgicamente. De lo que se desprende el papel tan importante que tiene sobre las contracciones intestinales. Las ondas peristálticas se inician en el apéndice, que trabaja a modo de una válvula reguladora, y se van propagando al ciego, al colon, hasta expulsar el contenido fecal.

        Está fuera de dudas, y ya confirmado, que el apéndice segrega una substancia viscosa, mucilaginosa, dentro de su luz, para favorecer el deslizamiento del contenido intestinal.

        Resumiendo: las funciones del apéndice encontradas hasta hoy (1953) son:

(1) Eliminadora de gérmenes y toxinas.

(2) Secreción interna.

(3) Función hormonal peristáltica.

(4) Papel lubricante por su secreción dentro del intestino, que completa la peristáltica hormonal.

        Las funciones del apéndice señaladas, nos llevan de la mano para justificar lo que diariamente observan todos los médicos; individuos que por curación y otros que como medida profiláctica, fueron privados del apéndice, padecen posteriormente a la amputación, constipación crónica, dolor en la zona apendicular y otros sintomas más que derivan de aquellos dos principales.

        En el estado actual de nuestros conocimientos y de la práctica médica, es un aforismo ineluctable el de Dieulafoy y de Kean, que dice: "En presencia de una apendicitis, la primera indicación para el médico es llamar a un cirujano".

        Presentamos la descripción somera del tratamiento médico, que, llenaría de asombro a Dieulafoy.

 

SINTOMATOLOGIA

        Se entiende por apendicitis aguda, un conjunto de síntomas y signos cardinales, formados por: Dolor en la fosa derecha, más notable precisamente en los puntos de MacBurney, de Lanz o de Morris, o también en el epigastrio, o en ambos a la vez. Defensa muscular e hiperestesia cutánea, en los sitios del dolor; acompañados o no de náuseas, seguidas de vómitos. Dificultad en la expulsión de gases intestinales. Abombamiento del vientre, contractura del mismo con defensa muscular y síntomas generales causados por la toxi-infección, como son: frecuencia, pequeñez, irregularidad y aceleración del pulso. Facie pálida y con los rasgos marcados. Estado sincopal y cambios en la temperatura que puede ser alta y en los casos graves descender.

        Un cuadro semejante a éste nos autoriza a pensar que se trata de apendicitis y entonces debemos pasar a la exploración del enfermo.

        Individuo encorvado hacia adelante, que se aprieta o se toca el abdomen, con náuseas o vómitos, con expulsión de materias o sin ellas. Manifestando que inesperadamente le comenzó un dolor en la fosa ilíaca derecha o en el epigastrio, o que ya en otras ocasiones había tenido algo semejante, o que paulatinamente y conforme han pasado los días, ha ido en aumento. El dolor es a veces semejante al producido en la formación de un abceso y se incrementa con el ejercicio o por la ingestión de alimentos. Debemos en el acto corroborar nuestra sospecha de apendicitis por los otros medios de exploración.

        El dolor a la palpación en la fosa ilíaca derecha o en el epigastrio, con defensa muscular o hipersensibilidad, son signos que sólo nos permiten hacer una palpación superficial. Por lo regular estos signos van unidos a cierto levantamiento en la zona enferma, y puede haber hasta edema superficial. La zona enferma está ligeramente mate o submate, en contraste con el resto del abdomen que se encuentra meteorizado.

        La triada sintomática de Dieulafoy (dolor, hiperestesia cutánea y defensa muscular), así como el síntoma patognomónico, no existen. Las triadas resultan combinaciones variables, a veces parejas o también como síntoma único. Por esto los signos no deben ser CONTADOS sino VALORIZADOS.

        Debemos tomar siempre en cuenta para el diagnóstico: la diversidad de tipos anatomopatológicos de la inflamación, topografía del apéndice y diferencia en la evolución del proceso relacionado con la edad del individuo afectado.

        Las apendicitis agudas se clasifican de acuerdo con la clínica en: apendicitis leves, abortivas o fugaces; apendicitis congestivas sin repercusión peritoneal; apendicitis de mediana intensidad con inflamación peritoneal localizada; y apendicitis grave (destructiva o gangrenosa), con extensa inflamación peritoneal.

        Según la topografía apendicular, las apendicitis son: retrocecales pelvianas, pelvianas altas o mesoceliacas, subhepáticas, herniarias e izquierdas. Todos estos síntomas bien valorizados nos autorizan a dar el diagnóstico de APENDICITIS AGUDA.

        Pudiera haber en el sitio en que se encuentra el enfermo con este cuadro, lo necesario para confirmar el diagnóstico clínico; son dos los procedimientos seguidos: las radiografías y la fórmula leucocitaria.

        Habitualmente los rayos X, se emplean como un medio de confirmación o casi como un signo patognomónico para hacer el diagnóstico de apendicitis. El Dr. Hartmann, de la Clínica Mayo, dice: "Nunca radiografiamos a un paciente para hacerle el estudio de apendicitis aguda o crónica. Pocos sujetos dejan de tener algún grado de inflamación de apéndice y prácticamente cada apéndice que se extirpa por una causa o por otra, es reportado por el anatomopatólogo, como apendicitis catarral crónica..."

        El distinguido radiólogo colombiano, Dr. Gonzalo Ezguerra Gómez, insiste en la importancia del signo de "erectibilidad del apéndice", pero asienta sobre este signo, que algunos lo tomaron como patognomónico, "...no he tenido oportunidad de comprobar su eficacia..."

        Nuestro maestro, el Sr. Dr. Manuel Madrazo, dice: "...la apendicitis aguda debe diagnosticarse por la exploración clínica y en muy raras ocasiones se asociará ésta al estudio radiológico... Las apendicitis subagudas, crónicas o recurrentes, deberán diagnosticarse principalmente por la clínica... En pocas ocasiones puede pronunciarse definitivamente por medios enterogenológicos la necesidad de una intervención quirúrgica..."

        También tiene el clínico a su disposición, el laboratorio, y de éste podemos dar la misma opinión que la autorizada de los radiólogos.

        En la sangre de los enfermos que padecen cualquier infección aguda, aumenta el número de leucocitos; pero para que esta leucocitosis se presente, es necesario: que los microbios productores de la infección sea aptos para producir la reacción leucocitaria; que no sea en extremo aguda la infección; que sean normales y capaces de producir leucocitosis los órganos hematopoyéticos, y que haya presión en la región infectada, a fin de que, se pueda efectuar la absorción. Además, los choques proteínicos, la alergia, la oclusión intestinal, la hemorragia y muchas veces los choques emotivos, pueden originar la leucocitosis.

 

DAGNOSTICO

        De acuerdo con los más eminentes tratadistas se hacen operaciones para extraer el apéndice con un 6 a 20% de errores de diagnóstico.

        El polimorfismo sintomático de la enfermedad es una de las principales dificultades para el diagnóstico de este padecimiento, depende de la diversidad de tipos anatomopatológicos, de la inflación, de las particularidades topográficas del apéndice y de la evolución del proceso en relación con la edad del enfermo.

        El proceso inflamatorio puede presentar desde una ligera congestión apendicular que da los síntomas de dolor fugaz que cura a pesar del médico, hasta un apéndice gangrenado con repercusiones en todo el peritoneo y con síntomas graves de toxemia.

        Cuando el médico se encuentra frente a este último caso, los errores de diagnóstico llegan al ciento por ciento. En el caso de emplear la terapéutica clásica, es decir, la apendicectomía no tiene mucha importancia llegar al diagnóstico exacto pues en la gran mayoría de estos casos siempre fallece el enfermo, en cambio en el caso de hacer diagnóstico exacto y emplearse la Terapéutica Celular, sí tiene mucha importancia hacer un buen diagnóstico pues en la gran mayoría de las veces se salva el enfermo utilizando esta terapéutica en forma espectacular y rápidamente.

        La situación topográfica del apéndice acarrea innumerables dificultades en el diagnóstico. Por ejemplo, la sintomatología y evolución de una apendicitis retro-cecal, es totalmente diferente a una apendicitis en donde se encuentra enclavado el apéndice en el anexo derecho. Signos y síntomas confusos que corresponden a la vez al apéndice y a los órganos contiguos y que nos hacen desviar casi siempre del diagnóstico exacto de apendicitis.

        Es en la mujer donde las confusiones son más graves y más frecuentes. Sólo un estudio detallado y minucioso, que en la mayoría de las veces no es posible hacerlo, nos llevaría a un diagnóstico aproximado; siempre que no se trate de un vientre agudo en donde, como es sabido, casi ningún medio de exploración exacto puede ponerse en práctica.

        Ulceras perforadas, oclusión intestinal por invaginación, pancreatitis aguda, colecistitis aguda, litisis renal, salpingitis aguda, embarazo extrauterino, quistes con ruptura o torsión, nefritis aguda, etc, etc. Brevemente nos referiremos a cada uno de los principales errores de diagnóstico.

        Hay perforaciones por úlceras yuxtapilóricas, con poca contractura en el alto vientre que ocasionan dolor a la presión: y a veces presenta la típica contractura en la fosa ilíaca derecha (defensa muscular) que corresponde a la apendicitis, debido al escurrimiento del jugo gástrico que sigue el espacio parietocólico hacia la fosa ilíaca, lo que produce una reacción inflamatoria intensa alrededor de la zona de MacBurney.

        Errores de diagnóstico se cometen igualmente en sentido inverso de lo antes apuntado. La epigastralgia que es frecuente en las apendicitis, a veces como único síntoma y sin que anteriormente se haya hecho un diagnóstico preciso, da lugar al error diagnóstico, tanto más cuanto, que si existen anteriormente antecedentes gástricos sóspechosos muy probablemente se llega confusamente a pensar en un padecimiento gástrico y no siendo en realidad más que una apendicitis.

        El capítulo especial de las colecistitis agudas no se encuentra bien limitado si la vesícula billar no se halla en su sitio por haber descendido por la misma inflamación, entonces los síntomas inflamatorios aparecen en su máxima intensidad en la fosa ilíaca derecha. Otro motivo de confusión depende de las lesiones anatomopatológicas del mismo proceso. En ambos casos se observan con alguna frecuencia las formas simples congestivas que sanan sin la intervención del médico. Pero las formas úlcero-flemonosas, gangrenosas, supuradas y perforadas son padecimientos agudos que sobrevienen en las formas crónicas. La ictericia no es un síntoma frecuente. La ictericia intensa habla en favor de un padecimiento de las vías billares, pero la falta de ésta no excluye una enfermedad vesicular. Aun la misma exploración radiológica en ambos padecimientos, con frecuencia no da ningún dato diagnóstico.

        Las pielitis agudas, que casi siempre comienzan con dolores intensos, fiebre elevada, vómitos, defensa muscular, presentan todo el cuadro muy semejante al de una apendicitis; mayor confusión hay cuando existe una ptosis renal.

        La litiasis renal, cuando no hay hematurias macroscópicas, es, frecuente confundirla con la apendicitis. La hidronefrosis y los flemones nefríticos son otros de los padecimientos confundibles con la apendicitis.

        Todos los padecimientos en el anexo derecho de la mujer, se prestan a confusiones demasiado frecuentes. El diagnóstico diferencial en una afección aguda de los anexos y la apendicitis, es muy difícil en los comienzos de ambos padecimientos, por la extraordinaria semejanza de los síntomas y porque casi siempre los antecedentes del padecimiento ginecológico son tergiversados. Aunque los cuadros agudos genitales, casi nunca empiezan en una enferma exenta de molestias anteriores, localmente manifestadas por dolor en el bajo vientre, exacerbado por el ejercicio, flujo purulento o muco-purulento, dismenorrea dolorosa, dolores en ambos miembros inferiores, etc., y por los síntomas generales de calosfríos alternados con febrícula.

        La gran mayoría de estos padecimientos anexiales son de origen gonococcico o de una infección séptica consecutiva a un intervención tocológica. Si la crisis peritoneal aguda, de dudoso origen ha sido precedida de alguno de estos antecedentes, vencemos dentro de la lógica mejor, con la anexitis que con la apendicitis.

        Teniendo parte muy importante en las funciones digestivas el páncreas y siendo un órgano situado en la parte media y profunda del abdomen, la pancreatitis aguda ya sea la forma hemorrágica o supurativa, siempre se ha prestado a confusiones y ha sido lo más frecuente con la apendicitis aguda.

        El dolor intenso constante, angustioso alrededor del ombligo acompañado de náuseas o vómitos y síntomas de colapso, pulso rápido con baja presión y a veces con marcada defensa muscular y para hacer más confuso este cuadro, con estreñimiento pertinaz llegando en ocasiones a presentar la forma de ileoparalítico; son todos estos síntomas, sin duda, perfectamente confundibles con un ataque de apendicitis aguda.

        La obstrucción intestinal por invaginación sobre todo cuando se efectúa en la zona íleo-cecal se presta muy claramente a la confusión con la apendicitis aguda. El dolor que es el síntoma predominante es de carácter cólico, con paroxismos graves de intensidad progresiva, se encuentra situado exactamente en la zona del apéndice. Cuando se trata de obstrucción por invaginación, los vómitos tienen las siguientes características: son al principio de naturaleza refleja, como sucede en casi todas las afecciones agudas abdominales; vaciado el contenido gástrico comienzan a ser biliosos, para volverse más tarde fecaloides cuando la obstrucción ha sido en el colon. El estreñimiento es casi constante en la obstrucción intestinal en los primeros períodos; aunque hay que hacer la salvedad, que debido a los movimientos peristálticos vacía la porción distal del intestino, las evacuaciones son en poca cantidad, diarreicas acompañadas de sangre y moco.

        En las roturas francas del embarazo extrauterino, con hemorragia abundante, manifestada por palidez y acentuadas en la piel y mucosas, vértigos, zumbidos de oidos, lipotimias, pulso hipotenso y rápido. A la palpación abdominal y a la bimanual percibimos una masa esponjosa dolorosa a la presión, mal deslindada y fluctuante. Todo esto unido a la anamnesis, nos lleva al diagnóstico directo de embarazo extrauterino roto. Pero cuando no hay estos síntomas con la precisión con que acabamos de describirlos, entonces es frecuente el equívoco.

        Otro proceso ginecológico que se presta a confusión con la apendicitis es la torsión del pedículo de un quiste del ovario que se acompaña de dolores abdominales bajos, intensos, y de síntomas de irritación peritoneal que aumentan progresivamente si la torsión no se deshace por si misma. Cuando el quiste ovárico no es de un tamaño que pueda ser palpable por los procedimientos ginecológicos usuales, es casi de regla el error.

        Las hemorragias y hematomas ováricas, las linfadenitis mesentéricas, las diverticulitis, la oclusión intestinal, la ileitis regional, la tiflitis, y hasta algunas elitis agudas ascendentes, semejan el cuadro apendicular.

        El más benigno de los padecimientos anotados complica más el cuadro apendicular, la laparatomía por sí sola puede ser causa de la muerte. Cierto es que una vez abierto el vientre, además de la apendicitis debe tratarse quirúrgicamente el otro padecimiento, si lo hay. Pero si no, resulta más grave todavía, para el paciente que soporta los errores de diagnóstico.

        Es evidente que cuando se ha operado un apéndice ligeramente congestionado, o cuando no existe la apendicitis y se extirpa el apéndice, la evolución hacia la curación por cicatrización de las heridas intra y extra peritoneales, se hace en el término de cuatro o cinco días sin ninguna repercusión en el estado general y si se ha tenido el cuidado de escoger la anestesia, el peligro y las complicaciones que vienen por los anestésicos y que llegan a veces a más del 50%, de hecho no existen. Con las sulfas y la penicilina, han disminuído considerablemente las muertes postoperatorias; el término medio admitido ahora es del 7% de mortalidad.

 

TRATAMIENTO MEDICO DE LAS APENDICITIS

        Desde 1896, fecha en que Dieulafoy estableció que no existía para cualquier forma de apendicitis más que la intervención quirúrgica, ninguno se ha atrevido, ni siquiera a buscar otra forma de curación de las apendicitis y para confirmar el aserto de Dieulafoy casi ninguna importancia se ha dado a la investigación de la Fisiología del apéndice; pero existe investigación comprobada a este respecto.

        Apoyados en todos los hechos, sistemáticamente a todo enfermo apendicular se le extrae quirúrgicamente este órgano.

        El gran número de enfermos bien operados que más tarde se quejan de perturbaciones sobre todo del aparato digestivo, constipación, autointoxicaciones, como cefaleas, dólores reumatoides, astenias, neurastenias, etc., dolores localizados en el sitio del apéndice etc., son los síntomas más frecuentes que deja la correcta extirpación de este órgano. Por otra parte la fisiología poco estudiada, pero que plenamente ha sido confirmada por escasos investigadores, estos dos hechos nos hacen ver que sí es un órgano necesario para la economía. Luego la mejor solución del problema apendicitis, debe ser volver a su estado fisiológico este órgano. Si la apendicitis es considerada como un padecimiento clásico, y necesariamente quirúrgico y si hemos logrado echar por tierra estos conceptos, entonces casi todos los padecimientos inflamatorios considerados hasta hoy como quirúrgicos llegarán a ser médicos.

        El verdadero ideal médico-científico es que la medicina resuelva todos los problemas hasta los llamados quirúrgicos.

        El recuerdo de la última guerra mundial nos pone el ejemplo de lo que ya se hace sin la intervención quirúrgica. Cuántos miembros heridos de cierta gravedad, y hasta los más benignos, eran amputados por los cirujanos. Las sulfas, la penicilina, la estreptomicina, en fin, el sinnúmero de medicamentos químicos o biológicos han venido a sustituir muchas intervenciones, han simplificado y abolido muchas técnicas operatorias y han salvado muchas vidas.

        La premura de salvar una vida nos impide casi siempre hacer las investigaciones por medio de los rayos X o de laboratorio tratándose de los casos de apendicitis agudas.

        De todo esto se desprende que en realidad sólo contamos con la clínica bien interpretada para hacer un diagnóstico correcto de apendicitis aguda.

 

CONSECUENCIAS DE LA APENDICECTOMIA

        Siempre ha sido la cirugía una verdadera barrera que ha detenido el curso avante de la medicina; pues se ha pensado que todo problema que no encuentra de momento solución con la medicina, queda resuelto quitando o extirpando parcial o totalmente el órgano enfermo.

        Uno de nuestros distinguidos maestros, hábil cirujano, el Sr. Dr. Ricardo Suárez Gamboa, decía: "Calculad vuestro mérito por la estadística de los órganos que hayáis conservado, nunca por los que hayáis mutilado".

        En efecto, para el cirujano, todo termina felizmente cuando no muere el enfermo durante la operación o dentro de un determinado tiempo. Ha sido fatal para la medicina dar como final resolución a sus problemas extirpar determinado órgano lesionado. Pocos médicos se han interesado por el curso que sigue a la operación después de la extirpación. Después del cirujano, vienen los otros especialistas a querer resolver los problemas creados por la falta del órgano; pero dificíl será su tarea, pues nada substituye a lo puesto por la naturaleza. Un alto porcentaje de enfermos con apendicectomía tienen después muy variados trastornos, atribuidos por los cirujanos a las adherencias, y casi todos irremediables hasta ahora.

        La apendicitis, es un proceso infeccioso inicial del tejido ADENOIDEO-SUBMUCOSO. La lesión primitiva es la foliculitis, es decir, la inflamación de los folículos linfáticos que debajo de la mucosa del órgano forman un conjunto discontinuo de tejido reticulado.

        Desde 1891, Bland Sutton demostró la importancia del tejido adenoideo apendicular, semejante a las amígdalas faríngeas, donde reside y se inicia la infección. Primero son los linfáticos y más tarde los conjuntos linfoideos del apéndice donde se localiza, para extenderse después a la mucosa, muscular y serosa, formándose pequeños focos de supuración y abarcar todas las paredes hasta perforarlo, o puede terminar en la gangrena parcial o total. Siendo en estos dos últimos casos la terminación la misma: la perforación. Si simplemente hay foliculitis y las defensas del organismo son poderosas y rechazan la infección, entonces puede desaparecer espontáneamente la apendicitis. Todos hemos observado enfermos que se restablecen solos. Hay otro tipo, cuya curación la atribuimos a determinados medicamentos; pero en este trabajo nos referimos a las apendicitis que no curan solas, que en condiciones semejantes han necesitado la intervención del cirujano. Sólo expondremos tres casos típicos de apendicitis aguda.

 

CASOS CLÍNICOS SIN CIRUJÍA

        Los dos primeros casos clínicos que vamos a relatar, son de Peritonitis generalizada, confirmada por exámenes de otros médicos y el tercero también parece ser con peritonitis. Todos son de extrema gravedad; en este último hubo tiempo de hacer la fórmula leucocitaria antes y después de este tratamiento.

 

HISTORIA CLÍNICA No- 1.

F. P. G. de 50 años de edad, con 55kg de peso, se presentó el día 4 de febrero de 1941.

        Refiere el enfermo y su esposa, que el día 31 de enero del mismo año, comenzó a sentir un malestar en el estómago que lo hizo disminuir el alimento, tomando sólo un plato de sopa y café con leche. Al terminar sintió grandes deseos de dormir, contra su costumbre, tuvo que acostarse por varias horas. Estando en esa posición sintió un intenso dolor en el flanco y en la fosa ilíaca derechas, como fuera en aumento le pusieron una lavativa de cocimiento de manzanilla con glicerina. Evacuó dos veces el intestino con múcha demora; sin embargo de esto, el dolor aumentó sin ser muy intenso. Le pusieron hielo en el vientre y al siguiente día le dieron un purgante de sulfato de sodio que le hizo evacuar; aumentando de intensidad el dolor, localizándose en el punto de MacBurney. La temperatura ascendió hasta 39,9° C; el dolor siguió en aumento y se extendió por todo el vientre, de tal suerte que cualquier intento de movimiento acrecentaba el dolor; la expulsión de gases era muy difícil; y aumentaba las molestias del vientre; para que sintiera alivio, le cambiaron las bolsas de hielo por las de agua caliente.

        Se llamó al Sr. Dr. R. Flores Gómez, quien dió el siguiente certificado: "...que el día 3 de febrero en vista de la gravedad fuí a atender en su domicilio particular en Taxco, Gro. al Sr. F. P. G. comandante del 70 Bat. de Reservas, quien previo examen médico de rigor, se diagnosticó ATAQUE AGUDO DE APENDICITIS, suplicándole que inmediatamente pasara a la ciudad de México, para ser quirúrgicamente atendido..."

        El día 4 de febrero de 1941, presentaba el examen los siguientes signos y síntomas: facie peritoneal, el ala de la nariz se mueve a cada respiración, la cara tiene color amarillo sucio, los ojos hundidos, expresan gran sufrimiento y angustia. Encuéntrase incómodo en todas las posiciones que adopta; sólo soporta la sábana aunque también le trae molestias. Al levantar ésta se observa gran elevación generalizada del vientre, que no está de acuerdo con el adelgazamiento del resto del cuerpo por lo que se ve gran contraste. La extrema hipersensibilidad, no permitió palpar la fosa ilíaca derecha. Se observa un levantamiento de 10cm de diámetro más o menos, cuyo centro es el punto de MacBurney. El resto del abdomen fué palpado con mucha delicadeza por el intenso dolor. Durante estas maniobras tuvo muchos conatos de vómito. La temperatura era de 38° C, 62 pulsaciones por minuto y muy hipotenso. Este cuadro corresponde a una peritonitis generalizada por apendicitis aguda.

        El mismo día de la exploración se le hizo la primera aplicación de la Terapéutica Celular. A las 3 horas después de esta aplicación la temperatura era de 37° C; el pulso subió de tensión con una frecuencia de 62 pulsaciones por minuto; todos los sintomas disminuyeron ostensiblemente. Pero lo más interesante, y esto lo hemos observado en todos los apendiculares graves, fué que al cabo de una hora de la aplicación de este tratamiento, sintió ganas de evacuar el intestino, levantándose de la cama con relativa facilidad a pesar de su gran agotamiento, e hizo una evacuación de caracteres normales, muy abundante; evacuación que lo hizo descansar de las molestias que tenía en el vientre. Al mismo tiempo comenzó la expulsión fácil de gases intestinales.

        Debemos hacer notar que los enfermos de apendicitis, sobre todo los operados del vientre, debido a las maniobras quirúrgicas, duran horas o hasta días sin poder expulsar gases intestinales, lo que les produce grandes molestias.

        Al siguiente día de la primera aplicación casi todos los síntomas habían desaparecido. Principió a tomar algunos alimentos. Sin necesitar ningún laxante, tenía dos evacuaciones diarias, sin ninguna molestia. A los 4 días se hizo la segunda aplicación; la regresión de todos los sintomas, se aceleró más. Al parecer, con estos dos tratamientos quedaba sano, si no hubiera sido porque el enfermo se quejaba de un dolor en el hemitórax derecho, dolor que comenzó desde que fué transladado de Taxco a esta capital. Explorando ambos pulmones, se encontró: estertores crepitantes en la base del hemitórax derecho; esputos ligeramente sanguinolentos, cefalea y temperatura de 38° C. Presentaba el cuadro de una pulmonía de la base derecha. Los días 11 y 15 del mismo mes le aplicaron las dos últimas curaciones, respectivamente; antes de la última se le pusieron dos enemas purgantes.

        El cuadro peritoneal y el pulmonar habían desaparecido completamente; para confirmar este aserto, a los 8 días después de la última aplicación, el Sr. Dr. Manuel Madrazo le hizo la exploración a los rayos X del estado del apéndice y del pulmonar. Lo asentado en el libro de registro dice: "Apéndice no visible. Ciego poco móvil. Dolor moderado regional. No se observa lesión orgánica en el resto del colon. Tránsito general y posición de éstos, normales. Radioscópicamente hay obscuridad en la base del pulmón derecho. Dr. Manuel Madrazo, rúbrica".

        Al día siguiente inició su vida habitual. A los 8 días había recuperado 12 kilos, que fueron los que perdió durante estas enfermedades.

        Como se había convenido con el enfermo y sus familiares en comprobar el estado en que quedó el apéndice, estando perfectamente sano, a los cuatro meses se le hizo laparatomia. Al abrir el vientre, flotó libre de toda clase de adherencias un pequeño apéndice, sin ninguna lesión visible. Los médicos que presenciaran la operación dijeron: "Doctor, este enfermo nunca ha tenido apendicitis, ¿verdad? Pues está libre y no se ve huella de que haya tenido o tenga alguna inflamación..." Se les hizo una rápida historia del enfermo, que desde luego no creyeron. Se extrajo el pequeño apéndice. La cavidad cerró de primera intención y a los tres días salió del hospital dado de alta, por curación.

        LA TERAPEUTICA EMPLEADA FUÉ: la dosis media de insulina inyectada por vía intravenosa, 18 unidades; el tiempo de presentación de los primeros sintomas del cambio de las constantes sanguíneas (Iniciación de la hipoglicemia), fué de 22 minutos; el tiempo del Momento Terapéutico, de 41 minutos. Los medicamentos empleados fueron:

En jeringa de 20cc:
- Clorhidrato de cloruro de diaminometilacridina 100mg
- Azul de Metileno 10mg
- Resorcina 10mg
- Dextrosa 100mg
en solución al 50% 20cc.

En otra jeringa de 20cc:
- Vitamina B1 200mg
- Vitamina B2 6mg
- Vitamina B6 6mg
- Vitamina C 100mg
en Solución al 50% de dextrosa 20 cc.

En otra jeringa de 5cc:
- Sulfatiazol 500mg
en solución de glucosa al 5% 5cc.
Esta última se ínyecta por vía intramuscular.

        Cuando se inician los síntomas del cambio de las constantes, se inyecta la solución intramuscular; y cuando estos cambios han llegado a su máximo, y se produce un desequilibrio, del que ya hablamos, se inyectan las soluciones que van por vía intravenosa.

        En el término de 3 a 8 minutos, todos los fenómenos provocados desaparecen inmediatamente en el enfermo. Sintió una marcada mejoría, la cual va unida casi siempre a una gran sensación de euforia.

        A los 41 minutos se presenta el segundo cambio de las constantes sanguíneas; pero como en todos los casos, ya no con la misma intensidad. Por vía oral, se le dió al enfermo 1g de sulfaguanidina y 250mg de ácido nicotínico, disueltos en agua azucarada. Después, durante el día, siguió tomando bebidas endulzadas, hasta satisfacerse.

 

HISTORIA CLINICA No. 2.

R. P. G. de 38 años de edad, con 78mg de glucosa sanguínea, pH de 7,15.

        En 1915, tuvo paludismo terciario, le duró 6 meses; en 1927, ictericia acompañada de cólicos, adelgazando mucho después de esta enfermedad; en 1929, caída de pelo y de las cejas. Se curó con inyecciones de Neosalvarsán y Bismuthoidol.

        Casado en 1928, tuvo 8 hijos; 7 murieron muy pequeños y en uno de ellos hubo placenta previa. Fumador y bebedor exagerado de hace muchos años.

        El 10 de abril le apareció un dolor muy intenso en el epigastrio que irradiaba a ambos flancos, siguiendo el borde costal, acompañado de vómitos formados primero, por el alimento de la mañana, después por tiernas y más tarde se vuelven amarillentos amargos; le ponen un lavado intestinal que lo hace evacuar el intestino. Al día siguiente el abdomen se meteoriza y endurece; el dolor se generaliza en todo el vientre y los vómitos se vuelven verdosos y amargos, acompañados posteriormente de mucha sangre; no puede evacuar el intestino ni expulsar gases, hay anuria. Este mismo día le aplicaron una ampolleta de suero antiperitoneal y un Iitro de suero fisiológico. Desde el primer día tuvo fiebre de 39° C; tres días después de esta fecha, se le hizo ligera exploración que permitía su estado de gravedad; los dolores abdominales no le permitían ni el roce de las sábanas.

        El estado anterior ya se había presentado hacia 6 años, aunque sin la intensidad de esta vez. Después le repitió otras 6 veces más, pero sin la gravedad actual. La primera vez el diagnóstico fué de gastritis alcohólica. La segunda vez como tuvo además convulsiones en todo el cuerpo, perdió el conocimiento, se puso morado verdoso, se mordió la lengua y echó espuma por la boca; se le diagnosticó una Crisis epileptiforme.

        Se le recibió en la clínica, en estado semicomatoso; el vientre meteorizado, leñoso, con tantos dolores que no era posible hacer la palpación. El meteorismo abarcaba la parte inferior del tórax. Cuando hay intentos de expulsión de gases aumenta el dolor y desde hace días que esto es imposible. Los vómitos, que todavía son verdosos agravan la situación del enfermo. De vez en cuando tiene hipo; desde hace muchos días ni defeca ni orina; la fiebre, que al principio era de 40° C, ahora es casi normal. El pulso es filiforme con 130 pulsaciones por minuto; la cara expresa angustia y sufrimiento; los ojos están muy hundidos, la nariz afilada, marcados los surcos de la cara, la piel se ve seca y sucia.

        Cuando estaba haciendo la exploración del enfermo, la esposa informó que su estado se agravó con motivo e inmediatamente después de un enema que se le puso; manifiesta el enfermo que sintió que un líquido se le derramó por el vientre y que desde ese momento comenzó una especie de agonía.

        El cuadro clínico descrito corresponde a una peritonitis aguda, posiblemente debida a un proceso apendicular por perforación. El diagnóstico del Dr. José Huitrón dice "...PERITONITIS POR PROBABLE APENDICITIS AGUDA... están preparando su traslado a un sanatorio para su tratamiento quirúrgico..."

        La primera aplicación de la Terapéutica Celular fué inmediatamente después de la exp]oración. Dos horas después lo hizo evacuar el intestino, se regularizó el pulso, expelió gases y se puede decir que desapareció el estado agudo de peritonitis.

        A los ocho días el enfermo se encontraba normal; seis fueron en total las aplicaciones de la Terapéutica Celular; siendo la dosis media de los medicamentos la siguiente:

Insulina, 20 unidades por vía intravenosa; se presentaron los primeros síntomas a los 23 minutos. Doce minutos después, los síntomas eran máximos habiéndole aplicado, como dosis media de las cuatro aplicaciones:

- Clorhidrato de cloruro de diaminometilacridina 70mg,
- Azul de metileno 5mg,
- Resorcina 5mg,
en solución dextrosada al 50% 20cc;

- Vitamina B1 20mg,
- Vitamina B2 6mg,
- Vitamina B6 6mg
- Vitamina C 100mg,
en solución dextrosada al 50% 20cc,

- Penicilina 200.000 U. O.
- y Sulfatiazol 500mg
en solución al 10% 5cc.

Los dos últimos medicamentos para ser inyectados en cuanto se inician los síntomas producidos por la hormona pancreática.

Como a los 45’ vuelven los síntomas y en esta vez el enfermo ingiere sulfaguanidina 1g, ácido nicotínico 250mg en agua saturada de azúcar, hasta mitigar la sed y el hambre.

 

HISTORIA CLINICA No. 3.

A. G. de 14 años de edad, con 40 kilos de peso. (12 de marzo de 1947).

        Hace doce días comenzó con dolor en el epigastrio que abarcó después el ombligo y por fin, todo el vientre; dos días después, tuvo ligeros calosfrios seguidos de fiebre irregular que subía hasta 39° C. A partir de esa fecha los dolores en todo el vientre fueron muy intensos. Al principio le permitían tomar algunos alimentos, péro en los últimos días el solo intento de tomarlos le producían náuseas o vómitos flemosos, y al fin, verdosos y amargos. El diagnóstico unánime de varios médicos fué de apendicitis aguda. Para corroborarlo se mandó hacer la cuenta globular, cuyo resultado fué:

"Alberto Lezama G.- M. C. de la U.N. A.
Laboratorio Médico del Hospital Béistegui.
Nombre del niño, A. G. M.
Solicitado por el Dr. Miguel José Aiza.

Producto por estudiar: Sangre.

Investigación solicitada: estudio citológico.

Núm. de Leucocitos: 32.300 por mm3.
Núm. de critrocitos: 5.210.000 por mm
3.
Hemoglobina: 12g, 4 por 100cc de sangre (80% de lo normal).
Valor Globular: 0,76.
Granulocitos neutrófilos 9%.
Monocitos: 9%
Metamielocitos neutrofilos: 0%.
Granulocitos de Turek: 1%.
Imagen de Arneth: I:— 39%.— II: 45 %.— III: 16%.— IV:0%.— V: 0%.—

Se encontró ligera anisocitosis con predominio de los microcitos.
No se encontraron otras deformaciones eritrocitarias.

Escasos reticulocitos (0,71%).

La mayor parte de los neutrófilos presentan granulaciones tóxicas.

México, D. F., a 11 de marzo de 1947.
Lo saluda atte. ss. ss. Alberto Lezama".

        Al siguiente día, de este análisis fuimos llamados para operarlo del apéndice, pues todos los médicos anteriores estaban de acuerdo en que era urgente la intervención quirúrgica.

        El cuadro clínico era: sujeto muy adelgazado, expresa mucho sufrimiento por el aspecto de la cara; se encuentra con el abdomen descubierto por no soportar el peso de la sábana, pues le causa intenso dolor; con una palpación ligera hay defensa muscular, no es posible tocar el punto de MacBurney, la defensa muscular está generalizada, pero se toca y se ve una elevación que ocupa el flanco y la fosa ilíaca derechos; esta exploración provoca vómitos; la temperatura es de 39° C.

        Clínica y citológicamente el enfermo tiene Peritonitis Generalizada por Apendicitis Aguda.

        Cuatro aplicaciones de la Terapéutica Celular, cada 5 días fueron necesarias para dejar sano al enfermo; a la primera desapareció el dolor, a la segunda, comenzó a desaparecer la elevación, después de la tercera ya no se palpaba ningún levantamiento en el vientre. Dos más fueron suficientes para que comenzara su vida normal y empezara a subir de peso. Fué dado de alta en el lapso de 20 días.

Los resultados del estudio citológico fueron:

"Dr. Alberto Lezama G.- M. C. de la U. N. A.
México, D. F., 1o. de abril de 1947.
Nombre del niño: A. G. M.
Solicitado por el Sr. Dr. D. P. G.

Producto por estudiar: Sangre.

Investigación solicitada: estudio citológico:
Núm. de eritrocitos: 5.840 000 por mm
3.
Núm. de leucocitos: 5.200 por mm
3 ...

Lo saluda atte. ss. ss. Alberto Lezama. - Rúbrica".

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