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Terapia Celular, parte 9 TERAPEUTICA CELULAR ANTECEDENTES DE LA INSULINAEn la teoría general de los HUMORES, no hay ni barruntos de la insulina. Hasta 1686, J. C. von BRUNNER sugirió que existía alguna correlación entre el metabolismo de las grasas y de los carbohidratos con el páncreas. Posteriormente, se tuvo la creencia de que existía una liga entre la diabetes mellitus y el páncreas, por observaciones post-mortem de este órgano, en diabéticos. Y. Minkowski y J. von Mering, en 1889, publicaron sus descubrimientos de un estado similar a la diabetes mellitus producido artificialmente en perros a los que se les suprimió el páncreas. Este descubrimiénto contradecía aparentemente los trabajos de Claudio Bernard y de Schiff, quienes habían cerrado con parafina los conductos pancreáticos, sin que, en los sujetos, esta oclusión produjera alteraciones en su salud. Fué Edouard Lépine quien, en 1891 repitió las expériencias de Mering y de Minkoswski. Confirmó sus operaciones y sugirió la posibilidad de una secreción interna del páncreas como un agente activo en el metabolismo de las grasas y de los carbohidratos. Entonces vino una serie de investigaciones tendientes a esclarecer la suposición de Lépine, siendo decisivo lo que obtuvo el fisiólogo Gley, quien provocó un estado diabético ligando las venas que dan circulación al páncreas, o sea privando al organismo de las secreciones internas de dicha glándula. Laguesse y Diamare, sugirieron en 1893 y en 1889, respectivamente, que esta secreción podría venir de los islotes del páncreas descritos por Langerhans desde 1859 y que llevan el nombre de su descubridor. La cirrosis del páncreas producida por la ligadura de sus conductos, dejaba intactos los islotes de Langerhans que satisfacían de un modo normal su función. La remoción de la glándula atrofiada conducía a clarísimos estados diabéticos. La investigación adquirió una índole sensacional de búsqueda, que condujo a M. A. Lanc, en 1907, a encontrar que existen en el tejido de los islotes de Langerhans dos tipos de células, a las que denominó alfa y beta. Asimismo que, un exceso de trabajo del páncreas a toda condición ligada con un estado diabético correspondía a una destrucción de las células beta. Ya para estos descubrimientos se conocía por la medicina, que en los seres humanos diabéticos, el páncreas, y especialmente los islotes de Langerhans, aparecían con notables cambios degenerativos. La función específica de secreción interna de los islotes de Langerhans fué definida, al parecer completamente, por los trabajos de J. J. R., MacLeod y otros. Francamente establecida la existencia de una secreción interna del páncreas después de los trabajos de Laguesse y Diamare. El problema consistía en lograr extraerla y aislarla. Sólo esto podría proporcionar prueba concluyente de la presencia de tal secreción. Numerosos intentos fueron ejecutados desde 1890 hasta 1922. Desde 1890 principia la constante y patética lucha por obtener el principio activo de la secreción interna pancreática. Extractos de parte o de todo el páncreas, como aquella pancreatina Laleuf, fueron usados como medicamentos útiles para el alivio de los síntomas de la diabetes. Por razones que ahora conocemos perfectamente, tales extractos eran de una ineficacia que desconcertaba; sabemos que por ser administrados los medicamentos señalados por la vía oral, si tenían algo del principio activo eran hidrolizados por los jugos digestivos. Diversos intentos se hicieron con muy poca o nula efectividad para el fin que se buscaba, y fueron los investigadores, Zuelzer, Leyden, Blumenthal, Battistini y Vanni quienes ensayaron la suministración subcutánea de los preparados que habían obtenido, cuya toxicidad indicó no ser adecuados. J. de Meyer, en un estudio publicado en los Archivos Internacionales de Fisiología, año de 1907, fué el primero que usó el término hoy universal de INSULIN. Y Schafer, en el libro sobre las glándulas endócrinas publicado desde 1916 en Londres, menciona el mismo vocablo, que traducido al español es INSULINA, en vez de Insulin, lo que sería lo propio tomando en cuenta que es un hormón. E igual acontece etimológica y técnicamente impropia con la palabra hormona. Ha hecho ya común ambas denominaciones que seguiremos usando a fin de no provocar confusiones. Desde el año de 1855, cuando el fisiólogo francés Claudio Bernard hizo la picadura del 4o. ventrículo, que denominó diabética, se demostró que el sistema nervioso central intervenía en la producción de una sustancia que regulaba los hidratos de carbono. Hasta el año de 1922, en que Banting, Best y Collip lograron extraer del páncreas la sustancia que producían los islotes de Langerhans. Mas no eran sólo el páncreas y el 4o. ventrículo los que intervenían en la glicemia. Más tarde se observó que existe un completo y complejo sistema hemo-glucoregulador, en todos los vertebrados, que está principalmente formado por las glándulas suprarrenales, la tiroides, la hipófisis, las paratiroides, los ovarios, los testiculos que tienen acción contraria a los anteriores. También desempeñan su papel en esa regulación los hidratos de carbono, el hígado, el riñón, los lipidos, los prótidos y el sistema nervioso vago-simpático. En el transcurso de esta exposición veremos con detalles la intervención de cada uno de estos elementos.
ASPECTOS BIO-FISICO-QUÍMICOS DE LA INSULINA La contribución que la química biológica presta a este nuevo sistema, es bien pequeña, pues de la intimidad de los fenómenos biológicos sabemos muy poco; en los últimos años parece que nos podemos asomar a esa muralla que tan celosamente guarda los secretos de la vida. Dividiremos nuestra exposición en dos partes: la primera acerca de lo que sabemos de la hormona de los islotes de Langerhans, y sus efectos biológicos; y la segunda de la farmacodinamia de los medicamentos sobre las células en general, durante la acción máxima de la hormona. Para mejor comprensión de la acción de esta hormona es necesario recordar algo acerca de su composición y propiedades. Se le llamaba a la INSULINA "albumosa"; es ésta un polipéptido cuyo peso molecular varía de 35.700 a 46.000 (1939), según las últimas determinaciones y de acuerdo con el primer dato, el número de uniones peptídicas de su molécula es de 292 más o menos 10, dato experimental que está de acuerdo con el calculado por Bergmann que es de 288. Los aminoácidos que la componen, de los 7 originales (1939) hay que aumentar 4, dos de ellos ya dosificados y los otros dos aislados pero no dosificados; la composición media queda así:
Se determinó la relación N-peptídico a N-total y se encontró que era de: 0,765 que es muy cercano al calculado, de acuerdo con la composición de los aminoácidos y que da: 0,749, dato que sirvió a Bergmann para calcular el número de uniones peptídicas, de que ya hablamos. Se tiene duda aún acerca de la forma de su molécula, pues el concepto antiguo de que estaba constituida por una sola cadena polipeptidica de 580 A de longitud, hoy se encuentra modificado por las determinaciones del N aminado suponiéndose que se trata de una molécula estructurada con 18 cadenas cortas, como sugiere Chibnall en 1942, aunque esto requiere una confirmación posterior y que se podrá demostrar cuando tengamos más datos y mediciones más precisas. Su punto isoeléctrico aún no está definitivamente determinado pues su gran insolubilidad entre pH de 4,5 a 7,0 lo impide; se tienen como medias mínima y máxima: 5,3 y 5,9, lo que daría por ahora una media de 5,6. Los estudios electroforéticos no han dado mucha luz, dadas las limitaciones del método, ya que parecían homogéneas preparaciones de menor potencia en comparación con las muestras de la hormona cristalizada y activas al máximo. Las recientes determinaciones de sedimentación con la ultracentrífuga y de sus constantes de difusión, dan el peso molecular de 46,000, que antes mencionamos y que es un 30% mayor que los anteriormente determinados por otros métodos. El hecho de que por acetilación se inactive y por desacetilación recobre sus propiedades, hace pensar que su actividad se deba al OH o al NH 2, pero este último radical queda eliminado, ya que bloqueándolo por diazotación con ácido nitroso, no se suprimen sus características hipoglicemiantes. Pero como dato contradictorio se tiene la acción del metanal, que reaccionaria sobre las aminas para dar metilenaminas y que si suprime toda actividad, la que recobra por eliminación de los metilenos.Sí es un hecho que los reductores la inactivan, tal parece que por rompimiento del grupo disulfuro con formación de sulfhidrilos y que los oxidantes las reactivan, todo lo anterior hace pensar que la actividad biológica de la hormona, así tratada "in vitro" y luego "in vivo", se debería al rompimiento del grupo disulfuro, pero hecho el experimento de reducción "in vivo" se encontró que la hipoglicemia producida por la insulina era inhibida por la cistina, no por reducción del grupo disulfuro con producción de dos sulfhidrilos, sino por hipersecreción de adrenalina producida por este aminoácido en el organismo. Estas suposiciones están confirmadas por los trabajos de Fellows y Cunningham (1941), quienes buscando un substituto de la hormona pancreática, ensayaron cuerpos tales como la Paraamino-benzoil-1-Cistina, que "in vivo" dieron resultados negativos. Indirectamente se llega también a este concepto, según los trabajos de Haddock y Thomas, quienes prepararon las "plasteínas" (los prótidos que pudiéramos llamar sintéticos, obtenidos por la reacción contraria, por cambio de medio de la enzima hidratante que reúne o concatena a los aminoácidos que antes formara) a partir de digestos concentrados de insulina obtenidos por la pepsina, en solución ácida y por la papaína en solución neutra, en los que se puede suponer que se formaron de nuevo los grupos disulfuro, o sea que se produjo un nuevo edificio protéico similar al original, pero estas "plasteinas" carecen de toda actividad y aun dan un residuo insoluble de 3,3% de ácido tricloroacético. Por todo lo anterior se llega a la dolorosa conclusión de que muy poco sabemos, químicamente hablando, sobre este polipéptido y de que su actividad biológica depende, por el momento, de la magnitud y forma de la molécula y no de la presencia de uno o más grupos disulfuros. La acción fisiológica de la hormona es directa sobre los glúcidos o indirecta sobre el metabolismo de los prótidos y lípidos. Todavía no estamos capacitados para asegurar que directamente la hormona del páncreas obre sobre el metabolismo de los prótidos y lípidos; pero sí su acción es indirecta a través del efecto de esta hormona sobre el metabolismo de los glúcidos. El hombre es "horno-osmótico", o sea que vive a presión osmótica fija en su medio interno, ya que sus humores: sangre, plasma intersticial, linfa acuosa varían de 0,25 a 0,62 y que la regulan complicados mecanismos físico-químicos que en última instancia dan secreciones fuertemente poikiloosmóticas, tales como el sudor y sobre todo la orina, lo que le permite la conservación de sus "hematies" y en general de todas sus células. Puede sufrir por pequeños períodos de tiempo ciertas variaciones, positivas o negativas; de sus 7,2 atsmósferas de presión osmótica sanguínea y que reciben el nombre genérico de osmo-nocividad, la que si es continua llega a producir la muerte de las células primero y después la del organismo a que pertenece. En el plasma de la sangre humana se tienen dos clases de substancias en solución que mantienen sus características homoosmóticas: los principales compuestos heteropolares o ionizables, antiguamente llamados "inorgánicos o minerales" entre los que destaca el sodio en sus combinaciones clorada y las dos fosfatadas, que son mono y bi-ácidas y bicarbonatada, junto en menor proporción con el potasio, ya que este elemento es más bien celular, y los dos alcalino-terreos: Mg y Ca, en mucha menor relación, pero que en maravilioso equilibrio eliminan las acciones tóxicas que cada uno de ellos tiene sobre las diversas partes del organismo. De los compuestos homopolares o no-ionizables, que se encuentran principalmente ya sea en forma dispersa (coloides) o en solución verdadera tenemos por orden decreciente: albúminas (4,50%), globulinas (2,40%), fibrinógeno (0,30%), lípidos (0,25%) y glucosa, esta es la única de los mencionados que da soluciones verdaderas. Por esto tiene un papel principal en la regulación osmótica y que podemos por medio de la insulina, tal como se usa en la Terapia Celular, llegar a bajar hasta un cuarto de su concentración normal. Lo que produce un desequilibrio celular, que en el momento apropiado—que es el Momento Terapéutico—se restituye por las soluciones hipertónicas, junto con los medicamentos específicos. Los que como están en solución verdadera, también contribuyen a eliminar la osmonocividad producida, llegando rápidamente a actuar al lugar enfermo y penetrando hasta la intimidad de las células. Lo que en otras condiciones sería muy difícil o imposible de obtener, ya que no se tiene el "hambre y sed tisulares" tal como se produce con este sistema terapéutico. El hombre es homoiónico, pues como se sabe la sangre es el liquido mejor regulado que existe. Una ligera variación constante de 0,2 en el valor medio del pH sanguíneo, ya sea en más o en menos nos produce la muerte por alcalosis o acidosis respectivamente. Así la vida tiene lugar entre una media de pH 7,15 en la Ciudad de México; en Norteamérica y Europa, es de pH 7,35. Si la variación del pH sanguineo es pasajera se puede resistir sin producir la muerte, como diariamente se observa con la Terapia Celular, bajas de una unidad y un poco menos. Pues la insulina tiene acción sobre los tres sistemas reguladores del pH sanguíneo; anhídrico carbónicobicarbonatos, fosfatos mono y bi-metálicos y carácter anfótero de los prótidos, la acción directa de la insulina se efectúa. Porque al bajar la glicemia, hay alteración del metabolismo de los lípidos, quedándose éstos en la penúltima beta-oxidación, según la hipótesis de Gnoop, y apareciendo los ácidos beta oxi-butírico y beta-oxobutírico o ácido acetil-acético, los que al no seguir hasta ácido ácético, como etapa final, previa a la formación de CO 2 y agua, ACIDOSAN EL ORGANISMO Y CONTRIBUYEN ASI A LA CONMOCION ORGÁNICA QUE FACILITA LA ACCION FARMACODINAMICA DE LAS DROGAS EMPLEADAS EN ESTA TERAPEUTICA.
Miles de trabajos se han publicado hasta la fecha sobre la acción fisiológica de la insulina. En general, todos ellos conciernen a su más importante acción, que es la de disminuir la cantidad de dextrosa en la sangre al ser suministrada parenteralmente. Probablemente por ser de tanta importancia para la diabetes mellitus la disminución de la glucosa en la sangre, bajo el amplio renglón de "muchas otras perturbaciones fisiológicas", se ha dejado de examinar la acción fisiológica de la insulina en otros aspectos. Asimismo, no se ha experimentado suficientemente esa acción cuando se efectúa en individuos que no tienen deficiencia alguna pancreática. De ahí que se haya fijado ya una acción clásica de la insulina, de la que es verdaderamente revolucionario el apartarse, o en otras palabras, investigar ese repertorio de las "muchas otras perturbaciones fisiológicas". Se ha creído, hasta la fecha, que el campo de acción de la insulina está agotado, ya que nuestros trabajos no han tenido la necesaria difusión para que se incorporasen al acervo médico. Nuestras investigaciones han sido eminentemente prácticas aplicadas a la terapeútica y surgidas del mismo ejercicio de ésta, no han sido propiamente experiencias de laboratorio, en animales o in vitro, sino en pacientes de diversas enfermedades, y en los más de los casos de pacientes declarados incurables. Todas las referencias que constan en el libro INSULIN de Hill and Howitt, New York, 1936, exhaustivas de cuanto se hubiera publicado hasta entonces, no mencionan nada que se refiera a la acción de la insulina suministrada por la vía intravenosa. Descartan la suministración por la vía oral, por la acción que los jugos del aparato digestivo ejercen sobre ella y que significan su destrucción. El libro se limita a la aplicación intramuscular. En la obra "Clínical Diabetes Mellitus and Hiperinsulinism," de Wilder, 1941, se menciona la aplicación de la insulina por vía intravenosa, pero en casos gravísimos de coma diabético, y en dosis muy pequeñas. En la obra clásica de Best and Taylor sobre fisiología y las bases fisiológicas de la terapéutica, no obstante ser Best, con Banting, uno de los descubridores de la existencia efectiva de la insulina, tampoco se hace mención alguna a la aplicación intravenosa y mucho menos a la ácción fisiológica que pudiera tener. Dentro del cuadro limitado de la acción clásica de la insulina cabe todo lo investigado hasta la fecha. El choque insulínico no es más que un estado hipoglicémico en el que los tratadistas se han fijado, solamente, en la acción fisiológica creída más importante, o sea la disminución de la glucosa sanguínea en un grado máximo. La disminución de la glucosa sanguínea es acompañada por muchas otras perturbaciones fisiológicas y si es suficientemente baja esa disminución y termina con el coma hipoglicémico, convulsiones y el cortejo de síntomas ya conocidos y finalmente la muerte. Cuando son aplicadas pequeñas dosis la relación de la caída de la glucosa sanguínea depende de la forma de aplicación. La subcutánea produce un descenso de la glucosa sanguínea, que llega a un mínimo en un término de 1 a 3 horas. Parece que Kohl en 1933 y Niitsu en 1930 experimentaron en animales de laboratorio la rapidez de descenso de la glucosa sanguínea, según si la insulina era administrada por diversas vías, y encontraron que era mayor cuando se aplicaba intravenosamente. Se considera como un descubrimiento valioso el que la hipoglicemia se prolongue por varias horas en tanto que la insulina desaparece rápidamente de la sangre. Horsters, en 1930, dió a conocer que solamente un 10% de la insulina suministrada intravenosamente permanecía en la sangre al cabo de treinta minutos y que después aparecía poco a poco en los músculos y en el hígado. En 1931 Collens y Grayzel observaron que cantidades equivalentes de insulina producen mucho mayor disminución de la glucosa sanguínea en los pacientes diabéticos que en los no diabéticos. Otra observación valiosa fué el advertir que los síntomas hipoglicémicos difieren en los animalés en que se experimenta, aun en los de la misma especie. La influencia de la temperatura de la sangre se puso de relieve al encontrar que la insulina no produce ninguna acción ostensible en las ranas, animales de sangre fría. Como efectos secundarios en la acción clásica se observaron cambios en la glucosa de la linfa y del líquido céfalo raquídeo. El efecto en los tejidos que interesa a nuestro fin fué observado por Schazilo y Ksendowsky quienes en 1928 infirieron que la insulina favorece la regeneración del tejido óseo. Aparte, Aldersberg y Perutz en 1927 indicaron que habían logrado una mayor regeneración de los tejidos de la piel en úlceras cuando aplicaron una solución de Insulina directamente sobre la úlcera. Las investigaciones que exponemos han sido minuciosas y ejecutadas, aisladamente o con un criterio claro de especialismo, sin coordinación eficaz con otros acontecimientos. L. G. Bustamante en 1928 informó haber descubierto que la insulina aumenta la acidez de las secreciones gástricas, esto ha sido confirmado últimamente. En tanto que L Cannavó, desde 1926 había encontrado que la insulina no ejerce ninguna acción en la acidez de las secreciones gástricas, pero en los diabéticos K. P. Becker y E. Geiss en 1933 señalan que a la suministración de la insulina en individuos cuyos estómagos puedan considerarse como normales sigue un aumento de la acidez y de la concentración de cloro. Bulata y Carison desde 1927 publicaron su descubrimiento de que la insulina, suministrada a perros, aumenta la movilidad gástrica.
CAMBIOS EN LA SANGRE DEBIDOS A LA INSULINA Dentro de esta acción clásica, numerosas observaciones se han hecho acerca de las posibles modificaciones que tuviera la sangre, casi todas orientadas en una dirección puramente bioquímica. Yamada, en 1933, informa que la dosis normal de insulina disminuye la cantidad de ácido láctico en la sangre y Kuhn desde 1924 había establecido la existencia de una liga notable entre la cantidad de ese ácido láctico y el pH, o en otras palabras, que Yamada, de hecho había encontrado la baja del pH como una consecuencia de la acción de la insulina. Estas últimas son las mismas observaciones confirmadas por nosotros. Brugsch y Horsters, también desde 1926, habían publicado que una inyección de insulina en conejos sometidos a un régimen de ayuno producía una sensible baja del pH sanguíneo, pero que este efecto no se observaba en los conejos que habían ingerido alimento. La modificación del pH deberla haber servido a los investigadores de guía para esclarecer más la acción de la insulina, ya que, en fisiología clásica moderna es un axioma la constancia del pH y que no se conocen agentes capaces de modificarlo. Precisamente en esta modificación del pH, notable por su grado, fundamos la eficacia de la Terapéutica Celular. Otras investigaciones tendieron a buscar el efecto de la insulina sobre la concentración de la hemoglobina en la sangre. Tada y Nakazawa en 1930, difundieron su hipótesis de que la insulina causa un aumento temporal seguido de una baja en la presión osmótica de los coloides del suero. Stockinger y Kober en 1931, también indicaron como una acción característica de la insulina un incremento absoluto en los linfocitos sanguíneos y una singular leucocitosis neutrófila debida a una regeneración de las células. Otras singularidades fueron advertidas. Conviene citar como un antecedente el que E. Zunz en 1931 indicó como efecto de la insulina suministrada intravenosamente el aumento moderado del contenido de glutation de la sangre y una disminución del ácido oxálico. Dudley, Laidlaw, Trevan y Brock advirtieron desde 1923 la baja de la temperatura en los sujetos sometidos a la insulina ahora plenamente confirmado; posteriormente se vino a esclarecer que la basa de la temperatura presenta rasgos peculiares según el paciente. Lo que el lector debe apreciar es que en toda esta vastísima experimentación, el uso intravenoso de la insulina es casi incidental y, siempre posterior a 1926 año en que fuimos los primeros en ensayarla por esa vía. Debe advertirse, también que toda esta indagación es un repertorio de centenares de trabajos ejecutados aisladamente y sin un propósito concreto, sin ningún aspecto clínico fundado. La mayoría son experimentos in vitro o en animales de laboratorio. De ahí que ninguno de ellos haya podido llegar a las conclusiones que generaron la creación de una nueva técnica terapéutica: conviene establecer tal diferencia, porque nuestra exposición, es deliberadamente clínica, para sacar provecho inmediatamente de las observaciones fundamentales que pudimos hacer en los primeros años de nuestro esfuerzo. De habernos profundizado en una investigación concreta, quizás, al cabo de los lustros y de las décadas hubiéramos llegado nada más a descubrir que la insulina produce ciertas variaciones en la presión arterial o estimula la secreción de las glándulas sudoríparas o algo más intrascendente. De 1926 en adelante se han efectuado notables descubrimientos acerca de las relaciones que la acción clásica de la insulina tiene con la estimulación o inhibición de las otras glándulas endócrinas, y de este modo se ha venido a establecer la función importantísima que le cabe satisfacer al páncreas. Toda la literatura sobre este asunto es vastísima y su simple examen superficial demanda el término de una vida; pero, en lo que concierne a nuestros fines, es suficiente conocer la índole general de esas relaciones, a fin de no dispersarse en conocimientos que, a la larga, no tienen una aplicación clínica y apenas si han ensanchado el apretado horizonte de la fisiología. Es digno de advertirse que en tanto que todas estas investigaciones tienden a imponer como un criterio médico ya no empírico, sino experimental, que el organismo humano es una indisoluble unidad. La medicina para la práctica tiende a dispersarse en especialidades, pero desde luego se comprende que es antifisiológico y más todavía antiterapéutico.
El papel de la insulina en el tratamiento de la diabetes mellitus es el de un substituto que compensa las deficiencias de los islotes pancreáticos, una clase perfecta de terapia substitutiva sintomática. La administración adecuada según el grado de la deficiencia y de la actividad de los mecanismos opuestos a la acción de la insulina, se combina con un régimen dietético conveniente. Es muy interesante indicar que en todos los casos de diabetes, tanto benignos como graves, el requerimiento de insulina depende también de otros factores aparte de la función de los islotes de Langerhans. El primero de ellos es la proporción que hay de la dextrosa tomada del alimento que ingiera el paciente; asimismo, del valor del metabolismo total. La sensibilidad a la insulina es un conjunto de efectos de los antagonismos endócrinos a esta hormona, que están condicionados por la pituitaria, la tiroides, la adrenal y las demás glándulas de secreción interna; pero en los que influye el grado de irritabilidad del sistema nervioso central y del vegetativo. La practica en el tratamiento de la diabetes mellitus ha presentado a sujetos en los que se manifiesta un altísimo grado de inafectibilidad a la insulina. Se ha llamado a esta condición resistencia insulínica y a los individuos que la muestran insulino-resistentes. Tratadistas como Wilder, consideran como inexplicables, hasta ahora, las circunstancias que fijan tal condición. Quizás débase esta falta de explicación a que la insulina se la a aplicado como un medicamento clásico para el tratamiento de la diabetes mellitus, es decir, se ha experimentado en individuos que padecen una deficiencia de los islotes de Langerhans. Nuestra práctica se ha derivado, precisamente, de la observación del efecto que produce la insulina en sujetos que no están diabéticos o que gozan de normalidad en las funciones de su páncreas. Dichas observaciones nos han permitido encontrar la explicación plausible de la resistencia insulínica, de lo que hablaremos más tarde. La evolución en el tratamiento de la diabetes mellitus ha sido favorable al encontrar un retardo de su efecto combinándola con protamina, zinc y otras substancias. Como esta clase de insulina carece de aplicación en nuestra Terapéutica Celular, prescindimos de su estudio, limitándonos a manifestar que, en general, el buen éxito del tratamiento se refiere a la constancia de su aplicación y a la sabia combinación de un régimen dietético que tiene que ser fijado según las condiciones de cada paciente. Solamente nos resta expresar, que la patogenia de la diabetes mellitus es todavía oscura, sin embargo se ha señalado un 60% de origen sifilitico, y el resto de otros padecimientos; pero que, independientemente de los factores hereditarios y de accidentes e incidentes en la vida del que llega a ser diabético, la deficiencia pancreática que la revela debe ser considerada como un síntoma de alteraciones radicales, como, por ejemplo, el paludismo, que puede conducir a la atrofia o al mal funcionamiento del páncreas. En la Terapéutica Celular hemos encontrado algunos casos que indican la posibilidad de una curación de la diabetes mellitus, desde luego por la modificación que se puede obtener del metabolismo y por la normalización funcional no tan sólo del sistema endocrino que clásicamente se relaciona con el páncreas, sino, en general del sistema nervioso. El hecho capital que destacamos en nuestras consideraciones se refiere a la administración de la insulina, por haberse establecido como una norma el hacerlo por la vía intramuscular. Hasta hace unos cuantos años se consideró que podía y debía suministrarse por la vía endovenosa en casos de emergencia. Existe una verdadera y notable idea fija acerca de que la insulina es un medicamento peligroso al que se debe recurrir nada más bajo circunstancias muy particulares y exponiéndose a consecuencias letales. Como veremos adelante, la acción de la insulina es perfectamente regulable y no ofrece tales peligros si se sigue con atención y esmero el proceso, diferente en cada individuo. Las posibles contraindicaciones son bastante claras, también, en contra de tal idea preconcebida. Los hechos que expondremos señalan para la insulina un inmenso campo de aplicación, sobre el que hemos fundado la Terapéutica Celular. Dicha Terapéutica no debe casi nada la observación clínica de pacientes díabéticos tratados con insulina, sino a originales experimentaciones en las que lo esencial, fué descubrir el papel que la insulina juega en el organismo humano al ser inyectada directamente en el torrente circulatorio.
ACCION DE LA INSULINA SOBRE LOS COMPONENTES NO GLUCIDOS DEL PROTOPLASMA En todas las experiencias efectuadas hasta hoy está demostrado que la inyección de insulina es seguida de un descénso notable en los aminoácidos de la sangre. Accidentes seguidos a la mala administración de la insulina en enfermos con uremia provocó el descenso definitivo de los cuerpos nitrogenados en la sangre. La hipótesis de Claudio Bernard al pensar que el Glucógeno hepático formado en el hígado provenía de los prótidos, ha sido plenamente confirmada. Perros diabéticos sometidos a régimen proteico, responden francamente eliminando mayor cantidad de glucosa. Con la supresión de estos proteicos es menor la excresión de la glucosa. La cantidad de dextrosa eliminada durante largo tiempo por perros diabéticos que exclusivamente están alimentados con albuminoideos hasta el punto de agotar casi todas las grasas del organismo, no explica la cantidad eliminada más que sólo pensando que son las sustancias proteicas las que producen esa dextrosa. Durante el paso de la sangre por el hígado, hay descenso de la concentración del nitrógeno aminoácido mucho mayor que durante el paso por el resto del cuerpo. El hígado metaboliza continuamente los ácidos aminados absorbidos, por lo que mantiene indefinidamente su capacidad de tomarlos a cada instante de la circulación. Este proceso catabólico trae la formación de urea, cuerpos cetónicos y glucosa. Demostrado ya que son los prótidos también productores de glucosa. A los aminoácidos que llevan a efecto esta función se les llama glucogenéticos y son: glicocola, alanina, serina, cistina, ácido aspártico, ácido glutámico y prolina, tirosina, ácido oxiglutámico. Son aminoácidos glucogenéticos aquellos que tienen en su cadena (abierta o grasa) un número par de átomos de carbono y por consiguiente al desaminarse (pérdida de NH 2), y consecutivamente descarbolizarse (pérdida de CO2), se transforman en ácidos grasos con una cadena impar de átomos de carbono; se llegaría así al través del metilglioxal, ácido pirúvico. aldehido acético, ácido diacético, ácido acético hasta el glucógeno. Estos últimos elementos generadores inmediatos de la glucosa serían los verdaderos cuerpos primordiales con los cuales el organismo constituiría LIPIDOS, prótidos y GLUCIDOS. Esto nos hace ver que la división aminoácidos glucogénicos no es absoluta, pues, según las condiciones del organismo y según la estructura química del aminoácido, cualquier aminoácido puede ser transformado en LIPIDO y GLUCIDO. Luego las moléculas de la desintegración de la glucosa son las que forman el puente entre el metabolismo de las grasas y de los hidratos de carbono.Observaciones experimentalés y clínicas nos demuestran actualmente la estrecha relación entre los elementos más desintegrados del catabolismo graso, hidrocarbonado y proteico. El carácter básico de los aminoácidos obedece al grupo amino NH 2 y su carácter ácido a su carboxilo COOH. Por este motivo tiene gran importancia en el equilibrio acidobásico del organismo, pues forman sales de dos maneras:El grupo amínico, básico, se combina con un ácido para formar un clorhidrato, sulfato, etc. de proteina. El grupo carboxilo, ácido, se combina con una base y constituye un proteinato, según la base con la que se combine. En uno y en otro caso actúan amortiguando sea la acidez o la alcalinidad del medie.
TRANSFORMACIÓN DE UN ALIMENTO EN OTRO La diabetes floridicínica y pancreática prueban, en forma evidente, que en esas circunstancias ciertos aminoácidos se transforman en glucosa. Lo mismo ocurre en un organismo normal, y son ya clásicas las experiencias que demuestran que esa transformación parece ocurrir continuamente. Esto se ha comprobado por estudios del intercambio respiratorio, así como también por la alimentación exclusivamente proteica a perros previamente floridicinados y que tenían muy poco glucógeno hepático. Por la ingestión de proteínas y suspensión de la administración de floridicina, el glucógeno aumenta en forma señalada, mucho más que el de los animales testigos que recibían una dieta rica en grasas. La posibilidad de transformación de grasas en hidratos de carbono, debe considerarse bajo dos aspectos: la transformación de la glicerina y la de los ácidos grasos. En lo que se refiere a la glicerina hay experiencias que demuestran esa transformación en animales diabéticos, y es muy posible que ocurra normalmente en los organismos, pero en lo que se refiere a la transformación de los ácidos grasos en hidratos de carbono no hay por el momento ninguna experiencia convincente. Existen en cambio muchas pruebas que los hidratos de carbono pueden transformarse en grasas, almacenándose en esa forma el exceso de los mismos. Basta hacer balances de grasa en animales alimentados casi exclusivamente con hidratos de carbono y proteínas, para llegar a la conclusión que una parte de las mismas deba proceder de los hidratos de carbono ingeridos. Lo mismo ocurre con respecto a las proteínas. Si bien no puede afirmarse que éstas se pueden transformar directamente en grasas una vez perdido el nitrógeno. Algunos creen que por lo tanto, sólo serán susceptibles de dar grasas determinados aminoácidos. En cuanto a las posibilidades de formación de aminoácidos en el organismo, y luego de proteínas, a expensas de sustancias no nitrogenadas y de nitrógeno de origen proteico, ello ha sido ya parcialmente considerado. Es evidente, de acuerdo a las experiencias efectuadas al estudiar los aminoácidos indispensables, que la mayor parte de ellos pueden ser sintetizados por el organismo. Hay que admitir, pues, en estos casos, que un resto no nitrogenado que se origina en los hidratos de carbono o en las grasas, se une con el amoníaco de origen proteíco para formar esos aminoácidos.
Definición: — Contienen amonio, acidos naturales y los producen por hidrólisis. Distribución: — Son indispensables 9/10. Hidrólisis: — Poli — Mono. Estructura: — R CH NH CH COOH NH 2OHEsteroquimicamente complejísmos. — Dicepiperazinas; sin ventajas. 17,500 con P. M., medio amino ácido tendrían 500 de estos. Propiedades físicas: — Anfolitos: Calor de neutralización ) Lentitud de reacción Efecto sobre los Buffers ) del NH en comparación Baja de disociación K
) Peso Molecular: 17,500 a 6,680.000 por presión osmótica y ultracentrífuga.
Generalidades: Definición: Catalizadores orgánicos specíficos, coloides producidos por seres vivos pero cuya actividad es independiente de la vida misma. Substrato: Las sustancias sobre las que actúan. Historia:
Magnitud molecular: Proteínas Coloides obligados. Condiciones físicas de acción enzimática: Reacción: Temperatura: Tienen óptima. Entre más puras más termolábiles. Antienzimas: Substancias orgánicas presentes en órganos y tejidos que inhiben la acción. Ejemplo: Antipirina en el suero normal. Zemógenos: Pre-enzimas. — Substancia característica: Enzima, Ejemplo: Pepsinógeno + HCl = Pepsina. Activadores: Sales inorgánicas: NaCl; HCl, etc. Grupos Protéicos: Distribución: Nomenclatura: Especificidad:
ACCION DE LA INSULINA SOBRE LOS PROTIDIOS Desde antes del año de 1938, en que se publicó una comunicación en la "Revista Médica Militar", ya se hablaba sobre el efecto de la insulina sobre los prótidos; observado en muchos enfermos no diabéticos. Cínicamente está demostrado que a pesar de la falta de glúcidos, la ingestión de prótidos, traía más lentamente la subida a la normal del azúcar sanguíneo. Pues esta observación en los humanos, ha sido del todo corroborada por investigadores extranjeros. En seguida vamos a relatar lo que se ha hecho en otros países a este respecto. Hasta hoy todas las observaciones en animales están de acuerdo, no hay discrepancia. Okada y Hayashi extirparon el páncreas a perros e inmediatamente observaron el AUMENTO DE LOS AMINOACIDOS EN LA SANGRE, en un término de 15 días más o menos se vuelve a normalizar en unos animales, pero en otros no sólo no llega a normalizarse sino que desciende definitivamente abajo de lo normal. En perros con aumento de glucosa sanguínea, estas demostraciones son más evidentes, inyectando subcutáneamente páncreas extracto a estos animales en seguida de la extirpación, los fenómenos de la baja de amino-ácidos ya no se presentaba. Esto demuestra que interviene en alguna forma la secreción interna del páncreas en la normalización de los aminoácidos sanguíneos. Sin embargo, en enfermos diabéticos con acidosis, pocas modificaciones se han observado. En unos ha variado el estado de gravedad; en otros han bajado ostensiblemente los aminoácidos; y en los menos graves, sí ha habido cambio favorable. Pero invariablemente, en todos, ha bajado más o menos la aminoacidemia. Bickel, Collazo y Wiechmann, comprobaron que la insulina disminuye francamente la concentración de aminoácidos de la sangre, así como también la eliminación de nitrógeno aminado de la orina en los diabéticos. La inyección de insulina en los perros normales se considera que disminuye los ácidos aminados del músculo y del hígado alrededor de un 3%. Igual sucede en el perro sin páncreas, el contenido del ácido aminado del hígado, del músculo y de la sangre, es más alto y es francamente disminuido por la acción de la insulina. Comparando los ácidos aminados de la sangre, venosa y arterial, en varios territorios, antes y después de la inyección de la insulina, se ha observado que esta hormona inhibe la proteolisis y favorece la síntesis de los péptidos y aun de los proteidos. La disminución de la aminoacidemia después de la inyección de insulina, es debida, en los animales normales, al aumento de adrenalina, por la excitación que produce esta inyección, según Davis y Winkle. De acuerdo con estos resultados se acepta que la hipoaminoacidemia producida por la insulina, se debe a un aumento de la secreción de adrenalina. En la mayoría de los enfermos hipertensos y con hiperaminoacidemia, es frecuente la caída de la aminoacidemia bajo la acción de la insulina. Esto pone en evidencia, la participación del páncreas y de la insulina, no sabemos si es directa o indirectamente. Pero los hechos observados hasta hoy, hacen pensar que su participación es directa, en el metabolismo de los aminoácidos. Tanto de los animales en experimentación como de los hechos clínicos observados, nos ponen en camino para determinar que la inyección de insulina es seguida constantemente por un franco descenso de la aminoacidemia de la sangre; lo regular, también observado, es que con el descenso de los aminoácidos sanguíneos, haya descenso de la hipertensión. De lo que resulta, desde el punto de vista terapéutico, que la insulina baja la aminoacidemia, el azúcar sanguíneos y la presión arterial, siendo este descenso paralelo casi siempre. < continuar 10 > |
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